por Juan Carlos Rodríguez Soto Doctor en Biología | Perú
por Marisol Contreras Quiñones
Maestra en Biología | Perú.
Todo lo que rodea al ser humano, incluso él mismo, forma parte de lo que conocemos como naturaleza, y son las ciencias naturales las que se encargan de su estudio, abarcando la biología, la química y la física. Todo lo que existe en este planeta, e incluso fuera de él, sigue una serie de leyes que el hombre procura conocer y analizar, tanto su origen, como la manera en que ellas se mantienen hasta nuestros días, ignorando que dicho orden fue puesto por Dios en la misma creación.
El hombre, a través de los años, ha logrado dilucidar algunas leyes que gobiernan el comportamiento de la naturaleza, tales como la gravedad, los estados de la materia, el ciclo del agua, la rotación de la tierra, el crecimiento y reproducción de los seres vivos. Éstos son sólo algunos de los muchos temas de interés humano. Dedicando mucho tiempo y estudio, el hombre ha logrado conocer en “parte” el origen y funcionamiento de la creación, pero desconociendo, tristemente, a su verdadero Creador.
Ante esta situación, es necesario que los padres profundicen su estudio en los temas de la naturaleza y puedan así enseñar a sus hijos, desde la infancia y la niñez, estos asuntos a la luz de la verdad; que reconozcan a la creación como origen de este orden, que se mantiene hasta nuestros días. La naturaleza ha constituido a través de los tiempos uno de los mejores regalos que Dios nos ha dado y en ella podemos encontrar las mejores lecciones de vida. A continuación, mencionamos algunas de ellas que podrían ser temas a discutir con nuestros pequeños:
- El desarrollo de una planta, desde una pequeña semilla hasta convertirse en un gran árbol, nos da lecciones de paciencia y perseverancia. Dios tiene un plan para cada uno de nosotros, las situaciones buenas pueden ocurrir y ello requiere esfuerzo y tiempo.
- El movimiento del agua en un río, que va desde los elevados nevados hacia el mar, nos señala un orden que no puede ser negado. Así mismo historia de la humanidad reflejada en la “estatua” del libro de Daniel, señala una dirección en la historia de la humanidad que tampoco puede ser negada.
- El comportamiento de las hormigas, que almacenan su comida cuando las condiciones del verano les son propicias, podrían abrir temas como el ahorro y provisiones para un futuro, no sólo en el ámbito material sino también en lo espiritual.
- El desplazamiento de las langostas, quienes, aun cuando son miles, no suelen “chocar” entre sí, nos señala la importancia del orden en nuestra vida, aun cuando nadie nos vigile o controle, desde lo sencillo del aseo de nuestro dormitorio hasta el que debemos manifestar en nuestra vida laboral y cristiana.
- El nido de unos pajarillos, en lo alto de un árbol, refleja el cuidado y amor de los padres para con sus hijos, que con el calor familiar cuidan de sus pequeños frente a cualquier situación de peligro. En lo alto de ese mismo árbol difícil de alcanzar, es de donde las aves enseñarán a sus crías a volar. Del mismo modo, nuestros hijos deben ser educados y preparados en el nido que constituye cada hogar cristiano, para las diferentes situaciones que tendrán que enfrentar en este mundo.
- Un bello paisaje, en una salida al campo, nos permite observar la belleza y equilibrio de lo creado, y recordar que la naturaleza sigue la secuencia impuesta por el Creador. Las aguas de un río que siguen su cauce, las aguas del mar que no traspasan sus fronteras, el agua que circula en su ciclo y las flores que mueren para dar origen al fruto dentro del cual residen las semillas que darán origen a otras plantas.
- El mismo arco iris, luego de una lluvia intensa, nos hace recordar las promesas de nuestro Dios, incluyendo la paz ofrecida en las Sagradas Escrituras. Es hermoso saber que luego de lo tormentoso de este mundo los hijos de Dios tendremos paz, felicidad y una vida eterna en un mundo mejor.
Muchas de las cosas que Dios quiere que lleguemos a conocer de su poder y amor, se pueden aprender en la naturaleza. De ahí la importancia de que los niños junto a sus padres y maestros, puedan disfrutar de la naturaleza y comprender los fenómenos que los rodean desde una visión acorde con el poder y la intención divina. En nuestra iglesia local se debería promover salidas al campo con objetivos claros y con metas que se puedan evaluar.
La edad infantil es la mejor edad para iniciar este aprendizaje, puesto que en esta edad las experiencias se logran grabar mejor en la mente. Recientes estudios señalan que, la ciencia enseñada en los primeros años de vida, amplía la capacidad de aprensión de los niños en diferentes áreas del saber; observar y gozar de la naturaleza les permite desarrollar su pensamiento lógico, creativo y explorativo, a la vez que los hace tolerantes y respetuosos frente a sus semejantes y al medio ambiente.
Todo ello permite la formación de una personalidad capaz de desenvolverse acorde al favor de Dios, promoviendo en la persona un desarrollo pleno de los potenciales que le han sido brin- dados. Así, en un futuro, el ahora niño, será una persona que estará en capacidad de tomar las mejores decisiones en cuanto a su alimentación y salud, y en situaciones sociales y ambientales.
El poder de la creación se ve reflejado en toda la naturaleza, desde las montañas más elevadas hasta las moléculas más pequeñas que se detectan en los seres vivos; todo señala una estructura e ingeniería que, lejos de ser fruto de la “evolución”, nos señala la sabia obra del Creador, noción que incluso algunas mentes brillantes del mundo actual de la “ciencia humana”, han reconocido.
por Marisol Contreras Quiñones
Maestra en Biología | Perú
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